miércoles, 10 de noviembre de 2010

LA ENCONTRÉ

Fui a lugares lejanos,
extraños, llenos de gente extraña,
con costumbres más extrañas todavía.

Había cosas hermosas,
algunas te las podría describir,
otras no.

Te confieso que nunca pensé
llegar allí,
el sitio donde te conocí.

No pensaba quedarme mucho tiempo,
no iba a hacerlo,
de hecho, quise irme antes.

Hice muchas cosas nuevas,
descubrí tantos mundos, invisibles hasta entonces
a la mirada de mi ignorancia.

Me dejé seducir por la novedad,
la emoción de la primera vez
de tantas cosas insospechadas.

Conocí gente con ideas nuevas,
distintas pero simpáticas,
el que yo fuera diferente no les importó.

Todo estaba un tanto bien
hasta el día que te conocí,
me parecía mentira estar frente a ti.

Como siempre, me puse nervioso,
tenía miedo de agotar mis palabras,
o peor aún, decir alguna tontería.

Sentí que me encontraba
por vez primera frente al mar,
era la misma sensación de admiración, seducción y temor.

Verte a la cara, tan cerca,
recorrer tu faz con la mirada
era como extasiarse con el horizonte.

Tu mirada fue firme y segura,
y a la vez encantadora,
tenías el rostro serio, pero le robé algunas sonrisas.


Ya hace tiempo llevaba contemplándote en silencio,
me conformaba con verte,
y endulzarme el día al hacerlo.

El tan solo verte
era motivo suficiente
para sentirme contento, alegrabas mi vida.

Tenía tan poco de ti,
prácticamente nada, y esa nada
en ese tiempo, era mi todo.

Confieso que jamás sentí
la fascinación de pretender conocer
a alguien como quería hacerlo contigo.

Admiré desde la vez primera tu belleza,
cual amante del arte se apasiona
por una pintura, una canción o una escultura.

Me entusiasmé tanto
como el sabio de ese cuento de Rubén
cuando vio una ninfa en aquel estanque.

Eras todo un universo por explorar,
un atractivo misterio qué descubrir,
un celestial tesoro por encontrar.

Vi en ti el fuego que deseaba robar
sin miedo a que algún dios
me fuera a castigar.

Vislumbré el frescor
de los labios húmedos
que me expresarían su amor.

Te creí princesa.
Te soñé mi reina,
y resultó que eras más.

Al conocerte tuve la dicha
de encontrarme con que la beldad
que lucías, abundaba también en tu alma.

Dijiste llamarte Alma,
también Patricia.
Y encontrarte soltera me trajo tanta calma.

Cuando finalmente cerca te tuve,
me sentí como niño en tienda de dulces,
quería conocer cada detalle tuyo y quedarme con todos.
Saber qué te gustaba, qué leías,
si bailabas, si música oías,
si ibas al cine o mejor, si a verme volverías.

Y resultó que sí congeniamos,
que te causaban gracia mis chistes
improvisados, que nos agradamos.

Pareció que mi conversación
no te aburría y que quizás
algo entre los dos nacía…

…Una amistad, un amor,
sólo el tiempo lo sabría,
más dejé en claro que ser tu amigo no pretendía.

Ser amigo nunca fue suficiente para mí,
había encontrado a la musa de mis sueños,
quizás la mujer de mi vida, ¡no! ¡no sería sólo tu amigo!

No iba a dejarte ir,
no iba a desperdiciar la oportunidad
que Dios me había dado de ser feliz.

El tiempo fue pasando,
y fui descubriendo que contigo
lo tenía todo, que falta no me hacía nada.

Sentí que podía respirar profundo y decir:
“la búsqueda ha terminado”,
el amor, el que siempre anhelé, ha llegado.

Y desde el día primero que te conocí,
todo tiempo posterior no fue más
que confirmación de mi sospecha.

Pues te amo con tal pasión,
respeto y admiración hasta la fecha,
que todavía me parece una divina alucinación.

Es por eso que hablo de ti con orgullo,
que me levanto y acuesto feliz al ir a la cama,
al saber que sos mía, al saber que soy tuyo,
al poder decir “La encontré, su nombre es Alma”.

4 comentarios:

Win dijo...

Poema que formará parte de mi próximo libro.

Anónimo dijo...

Muy Intenso ..... muy real... espero leer tu libro

Chinita dijo...

Me recuerda el sabor de su boca .. donde fuistes a parar donde estas un olor a tabaco y chanel .......

Win dijo...

Un olor a tabaco y chanel...qué bella canción de Bacilos.