domingo, 19 de junio de 2011

¿EL OMBLIGO NOS HACE IMPERFECTOS?

Históricamente fue un signo de la centralidad de la estirpe humana. Al ser el centro del cuerpo del hombre, lo era también del universo, según los antiguos griegos. En otras civilizaciones era reflejo de fertilidad y longevidad. Por otra parte, algunas culturas mexicanas precolombinas consideraban que tenía poderes mágicos. Los aztecas solían enterrarlo en el campo de batalla creyendo que así el niño sería un buen guerrero; en Australia las madres los tiraban al mar esperando que sus hijos fuesen grandes nadadores; mientras en Angola se cortaba con azadón para que cuando el niño se convirtiera en adulto fuera un hábil agricultor. Se dice que no hay dos iguales. Les hablo del cordón umbilical o, más específicamente, de su evidencia posterior en todos los mamíferos: el ombligo.

En la segunda semana de este año tuvo gran difusión en los medios de comunicación, principalmente internet, una nota periodística sobre la polémica que desató un comercial en el que la modelo brasileña Fernanda Vasconcellos, vestía un bikini y para sorpresa de muchos, NO TENÍA OMBLIGO!!! Algunos se quejaron del “retoque” que le dieron los programas de diseño –aunque con el cuerpo que luce me parece sumamente innecesario preocuparse por esa ínfima parte de su cuerpo- y según la web, la pregunta qué más se hicieron los twitteros fue ¿dónde está el ombligo de Fernanda Vasconcellos? Insisto, por qué tanta atención en ese detalle. De hecho algunos piensan que esa “ligera alteración” a la imagen de la chica fue hecha adrede para llamar la atención y así todos corrieran a ver el video, lo que por lo visto, sí funcionó.


Por otra parte, si realmente su ombligo está muy feo, ¿se lo borrarían tratando de “perfeccionar” su escultural cuerpo? Y de aquí deriva mi mayor inquietud al respecto, ¿el ombligo nos hace imperfectos? Sí, lo sé, puede parecer una pregunta estúpida, y bastante. Pero no tan descabellada como para que fuera ignorada por teólogos, filósofos y científicos desde hace muchos siglos. “Polémicas” como la de este año, no se comparan en nada con las surgidas en diferentes períodos de la historia, y creo que nadie lo reseña mejor que el escritor Martín Gardner en su libro “¿Tenían ombligo Adán y Eva?”, precisamente en su primer capítulo, Evolución contra Creacionismo.

El libro inicia así: “Si alguna vez se encuentra usted en compañía de un fundamentalista, puede provocar una divertida argumentación planteándole una sencilla pregunta: ¿tenían ombligos Adán y Eva? Para los que creen que la Biblia es históricamente exacta, ésta no es una pregunta trivial. Si Adán y Eva no tenían ombligo no eran seres humanos perfectos-al parecer los que le "borraron" el ombligo a la modelo piensan lo contrario-.Pero si los tenían, entonces los ombligos implicarían un nacimiento con parto que ellos jamás experimentaron.” Si carecer de ombligo es signo de imperfección, entonces Adán y Eva eran “imperfectos” en ese sentido, ya que suena un tanto absurdo que tuvieran un ombligo, vestigio de un cordón umbilical que nunca existió; y eso deriva en que la “máxima” creación de Dios –el hombre- era imperfecta. ¿Será que los que se quejaron en twitter lo hicieron porque conciben a una mujer sin ombligo como imperfecta?


Esta discusión es llamada “la peor disputa teológica”, en el libro The Best, Worst and Most Unusual, escrito por Bruce Felton y Mark Fowler en 1994. Los autores cuentan que en 1646 sir Thomas Browne, opinó que la primera pareja debía poseer abdómenes perfectamente lisos.

Posteriormente, en 1752, se publicó en Alemania un tratado “definitivo” sobre este tema, en el cual el Dr. Christian Tobías Ephraim Reinhard, concluía lo mismo que sir Thomas Browne: Adán y Eva no tuvieron ombligo. Pero si esta había sido la conclusión, ¿por qué en la Edad Media y el Renacimiento, muchos cuadros sí exhibían a los tortolitos con ombligo, incluso en el corazón mismo de la Capilla Sixtina, en los frescos de Miguel Ángel? ¿Y por qué casi todos los artistas de épocas posteriores siguieron su ejemplo?

Por otra parte, en 1857 hubo otro intento por explicar la presencia de ombligos en Adán y Eva, y se vio materializada en el libro del zoólogo británico Philip Henry Gosse, titulado “Omphalos: An Attempt to Unite the Geological Knot” (Ónfalo: un intento de unir el nudo geológico). ¿Pero qué es un ónfalo? Empecemos aclarando que Omphalos es una palabra griega que significa ombligo. El problema con Gosse es que aparte de ser un zoólogo, era un fundamentalista religioso de la secta Hermandad de Piymouth, por tanto sabía que los fósiles de animales y plantas indicaban la existencia de vida muchísimo antes de los tiempos de Adán y Eva, y a la vez estaba convencido que todo el universo se había creado en los seis días que señala el Génesis. Él se preguntaba si existía alguna forma de armonizar esta clara contradicción entre el primer libro de la Biblia y el registro fósil, y se le ocurrió lo que a Jorge Luis Borges llamaría tiempo después una idea de “monstruosa elegancia”. En pocas palabras la idea de Gosse era que si Dios había creado la Tierra, tal como lo cuenta el Génesis, lo hizo como una “empresa en movimiento”. Es decir que la creó con muchísimas cosas que dan testimonio de acontecimientos geológicos del pasado que en realidad nunca ocurrieron. Los colmillos de un elefante revelan sus fases de crecimiento anteriores, la tortuga añade láminas a su caparazón, los árboles presentan los anillos anuales de crecimiento, lo mismo que Adán y Eva tenían huesos, dientes, uñas, pelo, ombligo y toda clase de órganos que contenían evidencia de un crecimiento anterior, que en realidad nunca ocurrió, porque “apenas habían sido creados por Dios”.  Pero entonces -se pregunta Gardner-, ¿el ombligo del hombre creado tenía como único propósito engañarle para que creyera que había tenido padres? Tal como lo expuso Gosse, podemos incluso suponer que Dios creó el mundo hace tan sólo unos minutos, con todas sus ciudades y registros, y con recuerdos en las mentes de las personas, y no existe una manera lógica de refutar esto como una teoría posible. Respecto al libro, “tanto ateos como cristianos lo miraron, se echaron a reír y lo tiraron” escribiría años después el hijo de Gosse.

Yo suponía que ningún creacionista actual podría tomarse en serio el Omphalos, pero me equivoqué, comenta Gardner. En marzo de 1987 la revista Des Moines Sunday Register publicó la carta de un lector que argumentaba que la existencia de una supernova de un millón de años de antigüedad contradecía la idea de que Dios creó todo el universo hacia el año 4000 A.C. En el mes de abril la revista respondía a la misiva de la siguiente manera:

“Con respecto a la carta de John Patterson sobre la supernova como hecho científico bien documentado: ¡Pues claro que sí! Sin embargo, él no puede demostrar la evolución excepto mediante pruebas circunstanciales, y los creacionistas no pueden demostrar la creación  excepto mediante la palabra de Dios.

Ser cristiano exige un importante elemento llamado fe…Sí, creo que Dios creó el mundo en seis días. También creo que en un solo día creó árboles ya crecidos que contenían anillos que cualquier científico aseguraría que llevaban allí años. Creó depósitos de petróleo en las profundidades de la tierra, que la naturaleza tardaría millones de años en procesar. Colocó fósiles acuáticos tierra adentro, y creó explosiones de estrellas para que nos maravillaran en el siglo XX…”

Respecto a por qué la velocidad de la luz parece demostrar la existencia de galaxias tan alejadas de la Tierra que su luz ha tardado millones de años en llegar hasta nosotros, algunos creacionistas actuales insisten en que Dios creó el universo con la luz de estas lejanas galaxias ya en camino. A Gosse le habría encantado este argumento, si hubiera sabido que existían las galaxias, finaliza Gardner.



Fuentes bibliográficas:

Documental “Para qué sirve el ombligo” dirigido por Eduard Punset.
 “Escandaliza modelo sin ombligo en comercial televisivo.” El Gráfico, Ciudad de México, miércoles 12 de enero de 2011.
“¿Tenían ombligo Adán y Eva?” Martin Gardner. 2000.


sábado, 11 de junio de 2011

SI HUBIERA UN RETORNO



No sé por qué estoy aquí, con usted,
le adelanto que no traigo un solo óbolo.
Al parecer estoy a vuestra merced.

Algunas veces es tan repentino-dijo el anciano-
que no alcanzan a reparar en ello ¡tontos humanos!.
Pero no te preocupes, vagarás una centuria
por esta orilla hasta que yo regrese, alma espuria.

¡Espera! ¡No te vayas! Hablemos…
aún no estoy seguro de estar muerto o vivo,
sólo te pido me escuches antes de irte o darme los remos.




Mientras caminaba por aquí,
trataba de identificar este inhóspito lugar,
pero ha sido en vano, jamás lo había pisado,
he muerto, ¿no es así?

El arisco viejo no contestó nada.
Medio sonrió, maliciosamente.
Estaba todo escrito en su esquiva mirada,
Nunca se debería preguntar lo que es evidente.

Recordando el pasado-continuó el infeliz-
me he encontrado con la sorpresa
del engaño ingenuo en el que he vivido,
de la ignorancia, víctima, ¡fácil presa!
La verdad siempre estuvo ahí,
tan latente, recóndita, oculta,
y ahora resulta
que pude haber sido
un mejor hombre, y no lo fui,
sólo me perdí, realmente no viví.

¿Por qué siempre pospuse todo
creyendo que se arreglaría de algún modo?
Deudas que no pagué,
problemas que nunca resolví,
heridas que jamás curé,
necesidades que no vi,
dolores que solamente alivié.

El después fue una fácil solución,
era más sencillo el “mientras tanto”
llegué a conformarme con el “por ahora”,
evité enfrentarlo conteniendo el llanto,
fui un cobarde, me aplastó el espanto
y la buena intención se resignó
con lo poco que le quedó.
Es absurdo llegar al final
de la vida quejándome de lo que no conseguí,
es tonto si siempre actué igual,
si no luché, sólo lo consentí,
la sociedad no tiene idea de cuán nocivo
es el paternalismo,
esa espera mediocre
de que alguien más te resuelva los problemas,
es como pretender obtener oro a partir del ocre.

Tuve la dicha entre mis dedos
y no percaté cómo se escurría entre ellos,
como todos esos sueños que nunca alcancé
a causa del miedo,
 de la apatía o del no puedo.

Ciertamente no vi el sentido real de las cosas,
la pequeñez nubló la realidad
y la vida que pudo ser bella y hermosa,
se quedó en un montón de ilusiones
sin concretar,
a las personas que en verdad se lo merecían
no las llegué a amar.

Ojalá pudiera decirte que fui feliz,
que hice lo que debí,
que callé lo que ofendía,
apunté donde debía,
corrí cuando lo ameritaba
y me detuve si me necesitaban,
que alcé la voz si no me escuchaban,
reclamé cuando abusaban,
defendí al inocente,
protegí a los míos
y respeté a los extraños,
que ayudé a la gente,
y traté de no hacerle daño,
que no fui hipócrita con el pudiente
ni tacaño con el pordiosero,
que no fui cizaña si no puente
entre los nacionales, y de igual trato con los extranjeros.




Si no te importa,
te pediré, te rogaré que me dejes regresar
con el poco aliento que aún mi alma porta,
pues siento que parezco despertar,
y te propongo un borrón y cuenta nueva,
prometo empezar otra vida,
ahora que he entendido esta prueba.


No sabes cómo quisiera poder decirte
que la mujer que amé fue mía,
que siempre le dije
lo que mi corazón sentía,
lo que todavía siente…
y ojalá leas en mi hoja de vida, la que no miente,
“he sido feliz, ya no temo más a la muerte.”
Es este mi sermón del monte.
¡Tirad los dados! ¡Echad mi suerte!
Mi alma ahora está a tu merced, navegante del Aqueronte!

El silencio.

Y al cabo de unos minutos…

Está bien –dijo a secas el senil-, te concederé lo que me has pedido.
Vete e intenta mejorar lo que resta,
y no es que me hayas convencido.
Entérate que jamás sabrás todas las respuestas,
no eres más que un Sísifo en busca del sentido.




Dicho esto, el viejo calló. Ya no pronunció palabra alguna,
sonrió sarcásticamente, y prosiguió su viaje
hasta encontrar otras almas,
continuó eligiendo o rechazando, una a una,
lentamente, apenas rompiendo el silencio y la calma
de aquel lúgubre y triste río,
mientras tanto y sin saber cómo, yo partía hacia un nuevo desafío,
un nuevo horizonte,
volvía a la vida, lejos del viejo Caronte.

martes, 7 de junio de 2011

APOTEOSIS DE LOS NÚMEROS (PARTE DOS)

(FINAL)


Nota: Antes de leerla, te recomiendo leer la primera parte, aquí el link: APOTEOSIS DE LOS NÚMEROS

-Triviales son sus explicaciones, razonamientos y cavilaciones! -interrumpió el Sr. TRES- Yo no necesito decir mucho para demostrarles mi supremacía. Simplemente soy un número sacro, el más sagrado de todos. Así lo considerarán los pueblos más antiguos de la humanidad. Seré el más venerado entre los celtas, esenios, asirios, caldeos, egipcios, griegos, romanos y judíos; y un poco más tarde en la India, China y demás pueblos civilizados. Tres serán los dioses más importantes para las principales civilizaciones. La mitología romana –una copia nada disimulada de la griega- dividirá al Imperio del mundo entre sus tres dioses: Júpiter, como dios de los cielos; a Neptuno como señor de los mares, y Plutón como el tirano del inframundo o infierno. Además confiarán el hilo de los existencia humana –su destino- a tres parcas: Nona, Décima y Morta. Por su parte los egipcios tendrán a Isis, Osiris y Horus. Los hindúes a Brahama, Vishnú y Shivá. Entre los escandinavos contarán con Odín, Vile y Ve. Los godos venerarán a Wotam, Freya y Thor. Los aztecas tendrán a Huitzilopochtli, Tlaloc y Texcatlipoca. Y finalmente, entre los católicos se adorará a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, aunque insistan es que se trata de un solo dios. Además tres serán los fundadores de las religiones más grandes del mundo: Moisés, Jesús y Mahoma. Cabe mencionar que dentro de la religión católica, seré un número particularmente llamado a recordar algún evento crucial: tres serán los magos que viajarán desde muy lejos para adorar al niño Jesús, los que le obsequiarán tres regalos: oro, incienso y mirra. Tres de los discípulos del Mesías le ofenderán de alguna manera: Pedro lo negará tres veces antes que cante el gallo en igual número de ocasiones, Judas lo venderá por treinta monedas de plata y Tomás dudará que hubiese resucitado. Además, según la Biblia, Jesús no morirá solo. Ese día serán tres los crucificados: Él y dos ladrones, Dimas y Gestas. Tres serán los clavos que perforarán el cuerpo de cada uno, sobre tres cruces que se alzarán en la cima del Gólgota. El Hijo de Dios palestino morirá a las tres de la tarde y resucitará al tercer día. Si aún con todo esto dudan de mi carácter sacrosanto, he de agregar que también seré tomado como el número Perfecto gracias al filósofo Platón, quien me considerará como la imagen del Ser Supremo en sus tres personalidades: la material, la espiritual y la intelectual, elementos que también determinan a la unidad hombre. Otro gran pensador que nacerá entre los griegos, Aristóteles, también me reconocerá como el que contiene en sí al Principio, al Medio y al Fin, símbolo de la perfecta armonía. El tiempo será dividido en tres partes: presente, pasado y futuro; los periodos del día serán tres: mañana, tarde y noche; así como tres son las capacidades intelectuales en el hombre: la memoria, el entendimiento y la voluntad. Tres aspectos son esenciales en su vida: el cuerpo, el alma y el espíritu. Tres son las cualidades esenciales del Ser Supremo: infinito, eterno y todopoderoso. Tres son los colores primarios: el amarillo, el azul y el rojo. En física, los estados naturales propios de los cuerpos también son tres: sólido, líquido y gaseoso. En la naturaleza existen tres reinos: el animal, el vegetal y el mineral. En las bellas artes se presentan tres tipos de estudios fundamentales: la pintura, la escultura y la arquitectura. Tres lados tiene la forma geométrica más estable entre las cerchas o armaduras usadas en la construcción de edificaciones y puentes. Así podría continuar durante largo tiempo, pero mi intención no es agotarlos con todas mis afirmaciones, sino persuadirlos de mi legítimo valor.

-Bastante tedioso ha sido el escucharte, con todo y que advertiste inicialmente que no necesitabas mucho para demostrarnos tu aparente supremacía sobre nosotros-interrumpió airosamente el CUATRO-; en fin, ya que tus principales razones descansan en interpretaciones místicas y quizás hasta esotéricas, dime algo: ¿dónde se apoyaría tu pedestal de oropel si todos esos dioses que mencionas no existieran? Si todos no fueran más que una invención humana para tratar de explicarse lo que no entiende, todo aquello que la mente del hombre no comprende. Recuerda que en el albor de la humanidad, el hombre creerá ingenuamente que la mayoría de los fenómenos naturales, inexplicables y confusos hasta entonces, no pueden ser obra más que de “seres superiores a él”, los cuales “amablemente” protegerán su vida, “enviándole” la lluvia, las cosechas, la salud, etc. El dios-Sol gentilmente proveerá de luz durante el día, y la diosa-Luna a veces lo hará de noche. Verás que muchos siglos después el hombre mismo descubrirá que estos fenómenos “milagrosos y extraordinarios” no tienen nada que ver con la intervención de sus supuestos dioses. Por otro lado, mi idiosincrasia e influencia en el universo es vital. Tengo un carácter orientador, guía, soy un faro luminoso en el vasto océano del hombre que navega por este oscuro mundo ininteligible. Soy la brújula de algo que aún miles de años después de hoy el hombre seguirá sin entender totalmente: el tiempo y el espacio. A través de mí se nombrarán cuatro estaciones del año, cuatro fases lunares y cuatro puntos cardinales. El día en realidad se halla dividido en cuatro partes, y no en tres como aseguró mi antecesor, las cuales son: mañana, tarde, noche y madrugada. La mayoría de los meses tendrán cuatro semanas, y cada cuatro años habrá un año bisiesto. También cada cuatrienio se celebrará en diversas partes del mundo eventos deportivos de gran magnitud, como las olimpiadas, originarias de Grecia. Una gran mayoría de gobiernos se dividirán en cuatro poderes: el ejecutivo, el legislativo, el judicial y el electoral. El hombre se desplazará por los caminos a través de vehículos que en la mayoría de los casos tendrán cuatro ruedas. A diario se sentará a comer en mesas provistas, normalmente, de cuatro patas, al igual que el número de apoyos sobre los que se sostendrá su cama, mientras descanse por las noches. El cuadrado y el rectángulo serán las formas preferidas por los humanos en sus obras, pues así serán sus libros, ventanas, puertas, pisos, habitaciones, casas, canchas deportivas, etc. Rectangular será la cuna en los primeros años de su infancia, y así misma será la forma de su ataúd al momento de enterrar su cuerpo, en el ocaso de su existencia. ¿No es acaso esto suficiente para reconocer mi magnificencia?

-No contestaré a tu pregunta –intervino el CINCO- y realmente ya sabes la respuesta que te darían los primeros tres compañeros. Yo no soy más que un número, una entidad abstracta inventada en la mente del hombre, y no tengo mayor importancia que la magnitud que represento. Este valor en sí es mayor que el de cualquiera de ustedes. Esa única y sencilla razón bastaría para creerme superior, pero no es así. Los cierto es que no soy más que una pizca de partícula nanoscópica en el infinito mundo de los números. Y cualquiera de los demás colegas que me suceden posee un valor numérico mayor que el mío, y por tanto que el vuestro. De intervenir cada uno de los restantes, esta tertulia duraría una verdadera eternidad. Y en todo caso, sería innecesario. Más fructífero sería comprender que cada uno de nosotros conforma el eslabón de una cadena sin fin. La falta de cualquiera provocaría una discontinuidad, una alteración del orden, un vacío. En realidad nuestro valor descansa en el todo que constituimos. Somos apenas una de las pocas llaves a través de las cuales la ciencia abrirá muchas puertas, y cerrará otras. Somos el preludio y la base sobre la que se cimenta el conocimiento. Somos un destello de la omnipotencia con la que el hombre soñará constantemente hasta el fin de los tiempos.

domingo, 5 de junio de 2011

APOTEOSIS DE LOS NÚMEROS

(PRIMERA PARTE)


Hace muchos años, muchísimos años, cuando el cerebro humano daba sus primeros pasos en el mundo del conocimiento, y el hombre aún no sabía leer ni escribir, mucho menos contar; tuvo lugar un gran banquete al que asistieron unos invitados muy especiales. Mientras los alegres comensales degustaban los manjares más exquisitos, uno de ellos irrumpió la agradable tertulia que se vivía en el salón, y dijo:

-Estimados caballeros, os ruego disculpen el atrevimiento que me concedo al interrumpir sus gratas conversaciones, y les solicito encarecidamente su invaluable atención por unos cuantos minutos. Sé que después de mí, y con toda certeza se los puedo asegurar, otros distinguidos amigos tendrán la oportunidad de expresar su propio punto de vista respecto a lo que a continuación les expondré. A mí me ha correspondido iniciar esta serie de monólogos a los que hemos sido convocados, y no es casualidad que sea yo el primero, más bien ha sido un plan deliberado el que mi persona sea el punto de partida. Y precisamente a esto obedece mi nombre y mi esencia. Soy el primero. Estoy en la cima de todas las listas, sin importar sin son malas o buenas, no conozco del juicio moral de éstas. Soy el origen, el inicio, el principio, el alfa. Soy pionero, inédito, indivisible, puro en mi unidad. Solitario, único, sin igual. Mi carácter primigenio me otorga la cualidad de indispensable. Han de disculparme si a alguno de ustedes les resulta muy altivo lo que les voy a confesar, pero sin mí, ustedes no tendrían lugar, razón de ser, sentido. Ustedes, apreciables colegas, irrefutablemente necesitan de mí. Yo voy a la cabeza, al frente de la batalla, soy la punta de lanza, la proa del barco. Y aunque les parezca presumido mi hablar, os aseguro que seré el más premiado en toda competencia que se realice a lo largo de la historia. Los laureles cubrirán mi cabeza y mío será el podio más alto. He de ser merecedor de los mayores elogios, los más fuertes aplausos, las más emotivas ovaciones. Nadie será motivo de tanta envidia y admiración como yo lo seré, no un día, sino, ¡siempre! Los demás siempre querrán mi lugar, no pocos harán todo por conseguirlo, más allá de todo bien y de todo mal, como dirán los mortales. Por alcanzarme se derramarán incontables gotas de sangre y sudor, se gastarán cientos, miles de horas en entrenamientos y preparación. Todo esfuerzo les parecerá poco con tal de obtenerme. En todas las ramas de las ciencias, las artes, las profesiones, los deportes, el entretenimiento, todos siempre anhelarán mi posición. Seré causa de enemistad, de rencor, de odio y hasta de muerte. Mi luz se verá desde cualquier parte de este planeta; siempre los seduciré y, como si mi voz fuese canto de sirenas, vendrán a buscarme. Antes de mí no hay nada. Y los que están después, querrán el sitio que ocupo, soy lo más deseado, ese punto donde todos quisieran estar y permanecer eternamente. Soy el UNO.

Habiendo acabado su monólogo, o más bien su verborrea dirían algunos oyentes, se sentó en su privilegiado lugar y tomó un abundante trago de vino. El silencio se extendía como un gas letal por toda la habitación. Al parecer los demás invitados habían quedado pávidos y temerosos de decir una sola palabra. ¿Qué podían agregar? ¿Qué podían objetar? Pero en seguida se escuchó una voz fuerte, enérgica, con la sobriedad del mayor orador de todos los tiempos. Estas fueron sus palabras:

-Honorables caballeros, permítanme expresarles mi humilde opinión respecto a los que se nos ha pedido comentar. Esta agradable ocasión no se trata de un debate político o de una contienda electoral, como las que conocerán los hombres en unos cuantos miles de años. Siempre he pensado que la intervención en este tipo de encuentros ha de hacerse con el mayor respeto posible, siendo objetivos en el decir, y cortos pero precisos en cada sentencia. Se trata de presentar los argumentos que nos confieran nuestro propio valor, el inherente a nuestro ser; sin necesidad de recurrir a la denigración del otro, puesto que creo firmemente que la importancia de cada quien no descansa sobre el oprobio al prójimo, algo que se volverá muy común en las sociedades humanas venideras. Es cierto que, evidentemente, no soy el primero en nada. Pese a que, con sarcasmo, dirán que el segundo lugar es el primero de los perdedores, bien puede separarme una nada del primero, del uno, de aquel que me antecedió. O bien, puedo estar muy distante del mismo. Con todo, siempre le seguiré, iré a sus espaldas, como la sombra de un hombre que camina frente al sol. Todo esto es cierto, pero también es real que sin mí, no se podrán contar muchísimas cosas de magna importancia. Dos son los astros que guiarán por innumerables milenios a los hombres: el sol y la luna. De hecho el calendario más “exacto” que utilizará el hombre estará sustentado en los movimientos y ciclos de estos dos cuerpos. Y hablando de cuerpos, he de referirme al humano, esa maravillosa maquinaria orgánica tan frágil y a la vez tan trascendente en la historia de la evolución de las especies, la que será “ensamblada” de una manera casi simétrica, trayendo consigo intrínsecamente el concepto de mi nombre.  Dos serán sus piernas y sus brazos. Sus manos y sus pies. Dos los ojos que le permitirán contemplar la grandeza del universo; dos los oídos que le dejarán escuchar una gran variedad de sonidos, evento clave en el desarrollo de su lenguaje y de su comunicación; dos serán las fosas nasales a través de las cuales aspirará el aire que llenará sus dos pulmones; y por dos tipos de vías viajará ese líquido rojizo vital llamado sangre: por las venas y las arterias. Al interior de su boca, su dentadura se dividirá en dos partes: el maxilar superior y el inferior. Ya en el pecho veréis dos glándulas mamarias, más desarrolladas –y atractivas- en la hembra que en el macho. A lo interior de su abdomen, la simetría continúa: dos pulmones, dos riñones, dos omóplatos, dos clavículas, dos juegos de costillas, dos intestinos (aunque no simétricos), dos testículos en el hombre y dos ovarios en la mujer, cada uno atesorando uno de los secretos más grandes de la historia humana: la concepción de la vida. A nivel biológico, su ciclo de vida tendrá dos fechas límites: una de nacimiento y una de fenecimiento, las cuales serán celebradas o conmemoradas. Elegirá entre dos condiciones sociales: vivir solo o acompañado, ya sea de una mujer e hijos, o de una hermandad, en algún convento o monasterio. Elegirá si se reproduce o no: dejar descendencia o no, cuyas decisiones conllevan dos tipos de responsabilidades diferentes. Sexualmente, sus preferencias más comunes serán dos: ser heterosexual o ser homosexual. Sus hijos tendrán solamente uno de dos sexos posibles: masculino o femenino. Dos son las naturalezas que compartirá: una física y una psíquica (o espiritual). Dos son los “lugares” en los cuales, según algunas religiones, el hombre vivirá eternamente una vez haya sido juzgado: el cielo o el infierno. Uno de dos es el camino que habrá tomado para alcanzar cualquiera de estos dos “lugares”: el del bien o el del mal. En el mundo existirá una dualidad general que implicará que a una tesis se le confronte su antítesis. Habrá dos lados: uno derecho y uno izquierdo. Dos niveles en la verticalidad: arriba y abajo. Las dimensiones no estarán exentas: habrá largo y corto, alto y bajo, grande y pequeño, profundo y superficial, ancho y angosto, etc. Toda esta realidad conlleva el concepto y esencia de mi nombre: DOS. Recuerden que no siempre el primero es el mejor.


Nota: Aquí el link de la SEGUNDA PARTE.

miércoles, 1 de junio de 2011

PASAJES MORTALES

El tema de la muerte siempre ha interesado al hombre. De carácter inevitable y misterioso, el ser humano sigue preguntándose después de muchos siglos, si existe un "más allá" de la muerte, y sobre todo, cómo sería. A mí, por otra parte, me inquietan algunas muertes que considero estúpidas, y ninguna más absurda -si es que así sucedió- que la del matemático y astrólogo italiano, Girolamo Cardano (1,501 - 1,576), quien pese a haber obtenido la fama por sus estudios en Álgebra y por haber sido el primer científico en describir la fiebre tifoidea, tenía no pocos defectos -al igual que todos- y uno en particular: era amante de los horóscopos, y como tal invertía mucho tiempo en hacer sus "predicciones". Tan bueno se creía el señor que no dudó en predecir la hora exacta de su propia muerte. En fin, llegado el día fatídico, el 21 de septiembre de 1,576, como se veía aún muy sano, cuentan que para no enfrentarse al fracaso de su pronóstico, decidió suicidarse.



Menos inverosímil que la historia anterior es el caso del anatomista y científico alemán Theodor von Bischoff (1,807 – 1,882), médico de gran prestigio de la segunda mitad del siglo XIX. Como anatomista se destacó mucho, y una de las actividades a la que más tiempo y esfuerzo le dedicó fue a pesar cerebros humanos. Con el tiempo llegó a concluir, a través de sus estadísticas, que el órgano mencionado pesaba en promedio 1,350 gramos en los hombres. En cambio, en las mujeres, el peso promedio del cerebro era de 1,250 gramos. Hasta aquí todo bien…el tropiezo vino cuando concluyó que esta diferencia de pesos era evidencia de la superioridad mental del hombre sobre la mujer. No me es difícil imaginar cómo reaccionarían las mujeres de hoy al escuchar tal razonamiento. Pero lo irónico de la historia empezó cuando acabó la vida del galeno. Él había manifestado que cuando muriera también pesaran su cerebro. ¿Y cuál fue la sorpresa? Su cerebro pesó 1,245 gramos. ¡Menos que el  promedio del cerebro femenino!





Siguiendo con el tema de la muerte, una de las anécdotas qué más gracia me causa –a pesar de que no tengo certeza de su veracidad- es sobre aquella relativa a los últimos instantes del Gral. Francisco Villa (1,877 – 1,923), conocido popularmente como “Pancho Villa”. Cuentan que ya en el lecho de muerte –herido de gravedad en una emboscada cuando ya estaba retirado de la lucha- Villa agonizaba rodeado de amigos, que lo animaban a que dijera algo. Entonces Villa entreabrió los ojos y dijo: “No se me ocurre nada. Pero díganles que dije algo, lo que sea”.


 Ya para finalizar, no quisiera hacerlo abordando el tema de la muerte, si no su contrario. Los matemáticos, por muy excéntricos o retraídos que sean, siempre me llaman la atención, generalmente despiertan mi admiración y respeto. Pero uno de ellos en particular, no me conmovió de esta manera. Se trata del teutón, Peter Gustav Lejeune Dirichlet (1,805 – 1,859), quien no era muy amigo de la correspondencia. Una de las pocas ocasiones en las que escribió a lo largo de su vida fue cuando envió un sucinto telegrama a su suegro con motivo del nacimiento de su primer hijo. En su misiva simplemente se leía:

" 2 + 1 = 3 "



Bibliografía: Las mejores anécdotas humorísticas, de Samuel Red.