jueves, 30 de diciembre de 2010

LEÓN, MI TIERRA NATAL

(Primera parte)

AQUELLAS MAÑANAS

Despertaba cuando faltaba poco por salir el sol. El silencio era una realidad tangible, casi material. Tanto así que podía escuchar mi propia respiración. Y hasta las voces en mi cabeza, mis planes cotidianos, mis temores inmediatos, mis ilusiones diarias, mis sueños infantiles. A veces, en cambio, despertaba gracias al trinar de los pájaros, el ladrido de las mascotas vecinas más cercanas, o el maullido de algún gato. Con el tiempo se fue ajustando a ese momento mi reloj biológico, casi al salir el sol. Y aún permanece así. Cuando me quedaba a dormir en casa de mis parientes maternos, si alguna vez abría mis ojos en la madrugada, podía escuchar el paso a veces ruidoso, a veces discreto, de las carretas que transitaban por la cuadra de mi abuela, o de mi tío, era la misma en todo caso. Otras veces, ya con los primeros asomos del sol, con la claridad acomodándose a sus anchas en lo que sería el nuevo día, alcanzaba a oír a los y las vendedoras ambulantes que desde muy tempranito salían a vender pozol, tiste, “lechagria”, tamales pizques, tamales de elote, rellenos, leche, conchas,  pescado, pan, etc. Curiosamente, la voz de algunas comerciantes me podía parecer musical, con el “cantadito” único y genuino que le imprime cada una. Alguna vez esa voz fue la de mi madre, mucho antes que yo naciera.


En otras ocasiones, llegada la aurora, el silencio se interrumpía únicamente por el canto de los gallos, algunos cercanos, otros allá a lo lejos. Despertaba y veía desde la cama, pequeños rayitos de claridad, de débil luz, azul opaca, entrando por las hendijas formadas por las tejas desacomodadas a causa del andar nocturno y descuidado de los gatos callejeros sobre los techos rojizos de la ciudad.


León, Nicaragua


 Las mañanas generalmente eran frescas. O frías. Aunque ahora que lo pienso bien, eran frescas para los que vivimos en la zona tropical. Lluvia era sinónimo, la mayoría de las veces, de frescura en el aire, de humedad. Si venía acompañada del viento, mis brazos y piernas se tornaban en “piel de gallina”. A pesar de ello, siempre sentí un enorme afecto por la lluvia. No sé cómo nació, si por su acción menguante del calor muchas veces sofocante, o por la poesía que creía leer en cada gota que contemplaba por las tardes, al verlas caer desde el infinito gris, y estrellarse, como en una inmolación voluntaria, contra la tierra o el pavimento. Sentía un inmenso gozo al voltear la mirada hacia arriba mientras llovía y las gotas golpeaban mi rostro, extasiado ante aquel fenómeno tan natural y al mismo tiempo, so mágico. La lluvia encontraba primero, en su estrepitosa caída, el vuelo desesperado de algún pájaro despistado que aún no alcanzaba a refugiarse en la copa de un árbol o las oquedades de alguna casa o iglesia. Luego, la precipitación impactaba sobre los árboles más altos de aquella población, como bien lo podía ser un árbol de aguacate, un rompe vientos o una palmera, como las que habían al otro lado de mi hogar, o incluso un pino, como los dos que existían en el Parque Central. Entre tanto, al descender el agua sobre los techos rojos, formados en su gran mayoría por tejas de barro, recorría los surcos entre teja y teja hasta derramarse con más calma y menos fuerza sobre el patio lateral y trasero de la casa. Y la pluviosidad que evitaba todos estos obstáculos citadinos o rurales, finalmente se hacía añicos al chocar contra el suelo o el asfalto de las calles.
Me he perdido hablando de lo especial que era la lluvia para mí, pero ha sido también para traer  a mi memoria, aquella triste y húmeda mañana de octubre de 1988, en que el huracán Juana derrumbó un árbol grandísimo de aguacate, sembrado en el patio del vecino, costado oriente, el cual al caer desgraciadamente encontró en su camino la tapia de mi hogar, tumbándola en varios metros de longitud. Sin embargo, siempre me deleitó de sobremanera la lluvia de madrugada. El golpeteo constante, a veces más recio, otras más débil, era una hermosa y bella armonía que me llenaba de regocijo. Era, lo repito, literalmente música para mis sentidos.


Poneloya, playa leonesa ubicada a 25 km de la ciudad.



Pero no puedo hablar de las mañanas leonesas sin mencionar los desayunos. Cómo eran? Sencillos. Pan dulce o pan simple partido a la mitad y muy untado de mantequilla, o margarina. A veces huevos revueltos, enteros o frijoles fritos. Otras veces tamales dulces, o mejor aún, tamales rellenos. Y de tomar? Leche con café. Nunca, jamás, por ningún motivo, sin café soluble. Era, y aún lo soy, intolerable a la leche sin café soluble y azúcar. Mi vaso o taza de leche jamás debía verse blanca. Ello era un desperdicio, yo no me la tomaría ni a patadas. Por muy obediente que fuera. Mis padres bien lo sabían, menos mal. Pero había otras opciones para acompañar el pan con mantequilla o jalea. Podía tomar pozol, muy raras veces pozol con leche, o si no, tiste, pinol o pinolillo. O algún refresco natural ya sea de naranja, zanahoria, guayaba o limonada. Pero mis desayunos favoritos tenían lugar los fines de semana. Chancho con yuca en el mercado Central, cuando acompañaba a mi madre a hacer las compras, o nacatamal, charrasca o moronga los domingos por la mañana. Había que ir temprano a comprarlas, ya que de no ser así, corría el riesgo de no encontrar nada. Pero era domingo!!! Levantarse temprano y caminar ocho cuadras, con un viento frío azotándome todo el cuerpo??? Valía la pena, sin lugar a dudas. 

Chancho con yuca, platillo nicaraguense


De todas las mañanas del año, una de las más esperadas era la del 25 de diciembre. Tenía algo que ver con la navidad? Por supuesto!!! Era la mañana en que me entretenía por primera vez con mis juguetes nuevos, los cuales había desempacado en la madrugada de ese día, apenas pasada la media noche. A veces mis juguetes habían sido fabricados por mi propio padre. Él tenía la habilidad de fabricarme juegos de madera y metal, algunos de los cuales eran juegos de mesa, como el “No-te-enojes”. Pero más que la habilidad, siempre admiré mucho su creatividad, dedicación y perfeccionismo por hacer las cosas bien. En las mañanas, después de navidad, el desayuno generalmente era lo mismo que se había cenado en Noche Buena, es decir, gallina rellena, mmmmm!, un manjar para mí. Al levantarme, corría a coger mis juguetes y divertirme con ellos mientras mi madre preparaba el desayuno. Comíamos, generalmente después de las 9 a.m., y posteriormente seguía jugando o veía algún programa de TV que ya hubiese estado esperando desde varios días antes. Los dibujos animados eran extraordinarios ese día, en el sentido de que generalmente no los habían pasado otras veces. Desde luego, casi todos relacionados con la navidad. Esas mañanas me duraban muy poco, quizás porque las disfrutaba mucho, y no quería que se acabaran.

martes, 7 de diciembre de 2010

SE PUEDE SER MORAL SIN SER RELIGIOSO?

Recordando la sugerencia de John Lenon, en su canción "imagine", acerca de que IMAGINES UN MUNDO SIN RELIGIÓN, me he preguntado si fuera posible convivir así. Sería un caos? Viviríamos en eterna anarquía? nos aniquilaríamos en muy poco tiempo? Hasta hace unos años mi respuesta hubiese sido que la humanidad duraría poco sin las religiones. Sin embargo, me he dado a la tarea de ojear qué hay del otro lado de la moneda, y he llegado a pensar que quizás sí sería posible un mundo en el que exista la moral sin que exista la religión. Un mundo con una moral atea.





Citando a Thomas Jefferson: 

"Si hacemos una buena acción simplemente por amor a Dios y el convencimiento de que ello Le complace, ¿de donde proviene la moralidad del Ateo?...Su virtud, pues, debe haber tenido otro fundamento que el amor de Dios."

El identificarse con el sufrimiento humano no es obra exclusiva de la educación religiosa. Los niños, desde aproximadamente el primer año de vida, expresan emociones de empatía de manera más notoria. Algunos lloran si escuchan y ven llorar a otro niño, como en un gesto de solidaridad. Otros, pueden acercarse y tratar de consolar de alguna forma al niño que se queja por algo. Esta empatía se desarrolla a través del trato que recibe de sus padres o personas a cargo de él. Si se trata de un niño que recibe maltrato físico o psicológico, es muy probable que sea agresivo con los demás. Si los niños a tan temprana edad pueden mostrar empatía, sin necesidad de comprender cuestiones religiosas, si demuestran solidaridad y ayuda al prójimo, se debe, en parte, por la forma en que los tratan y también por la tendencia natural a evitar el daño primero en nosotros mismos,  instinto de sobrevivencia, y luego en los demás (necesidad de socializar con el otro).

Las personas ateas pueden ser morales basando su comportamiento en la razón y la bondad, no requieren de una autoridad eclesiástica y/o un libro sagrado que los obligue a hacerlo, tampoco necesitan ser amenazados con que se irán al infierno si no hacen el bien.

Una de las pautas más antiguas que se dispone sobre normas para conducir el comportamiento humano dentro de lo socialmente tolerable para el bien de la comunidad, lo es el Código de Hammurabi, creado en el año 1760 a.c., el cual básicamente se basaba en la Ley del Talión. Pero un mejor ejemplo de la aplicación práctica de la moral previa a lo sugerido por la religión es la Regla de Oro, la cual consiste en "NO HAGAS A LOS DEMÁS LO QUE NO QUIERES QUE TE HAGAN A TI". Dicha frase siempre pensé que tenía un origen cristiano, sin embargo no es así, ya muchas culturas y tribus anteriores al cristianismo llamaban a su práctica, y una de las referencias más conocidas es que dicha regla se le atribuye a Confucio, en el siglo V a.c. Aunque otras fuentes, afirman que no es una frase propia del filósofo chino, si no que éste la citaba de obras más antiguas. Los Siete Sabios de Grecia y otros grandes filósofos como Platón, Aristóteles e Isócrates de alguna u otra forma la mencionan.

Si bien las religiones desde muy temprana edad van inculcando en los niños valores que tienen, quizás en su mayoría, una índole moral, van enseñando a discernir entre el bien y el mal, y aconsejando que el mejor camino es el del bien, no puede olvidarse que se mandó a mucha gente inocente a la hoguera arguyendo que estaban poseídos por el demonio o habían practicado brujería. En la Edad Media, cuando la Iglesia Católica tenía mucho poder, administraba "justicia", la cual, según ella, era acorde a las buenas costumbres, y procedía de manera moral y ética. Afortunadamente en el Occidente del mundo esta religión ya no tiene el poder en los juicios civiles, gracias a la secularización. 

Recuerdo hace años, cuando pertenecí a una comunidad religiosa, que un "charlista" o expositor inició su plática con la siguiente frase: "NO TODOS LOS CRISTIANOS SON BUENOS, NI TODOS LOS BUENOS SON CRISTIANOS", me desconcertó un poco al principio, pero después entendí muy bien lo que trataba de decir, y hoy mejor que nunca. Sé de gente muy religiosa, muy devota, cumplidora de rituales, ratas de parroquia, que tanto fuera como dentro de las iglesias son mezquinas y nefastas, carentes de la moral más básica, faltas de una mínima humanidad. Y de los pederastas ni hablar...

La verdad es que no hace falta creer en Dios para actuar bien, con responsabilidad, con ética.
   
Se puede ser bueno siendo ateo.





lunes, 15 de noviembre de 2010

EL PLACER DE NO CONOCERTE

La comodidad de la ignorancia
nos permite transitar sin herirnos.
Desde el valle de la superficialidad
parecemos más seguros,
quizás hasta nos vemos bellos.
Ridículamente interesantes o misteriosos.
Por qué alzar la mirada al risco
o escarbar dentro? Lo vale?

Ahora me importa más el hacerme oír
que el escucharte,
y aún más, que nos entreguemos al silencio.
Así sabrás menos de mí.
Y de lo que sé, que tal vez sea mucho,
quizás poco, pero ese poco,
en algún instante pudiera ser suficiente. 

No sé por qué pretendes
congeniar conmigo.
Realmente te importa o es mera cortesía?
No nos hace falta.
Por qué la condescendencia?
Qué pérdida de tiempo, no lo crees?
Te apreciaba más cuando te conocía menos.

Qué hermoso era cuando
 coincidíamos en la calle o el pasillo,
 la mirada apática
o la sonrisa amable, ambas eran francas,
entonces podía albergar la idea
de que tenías mucho qué ofrecer
y poco qué pedir,
que quizás te parecieras a mí,
o mejor aún, me superaras.

Me he quedado sin el placer
de no conocerte.

jueves, 11 de noviembre de 2010

FORTUITO

Una mañana cualquiera,
tan común como este día
o el de mañana, o quizás el de ayer,
súbitamente abordó el metro
y caminó apresuradamente por el pasillo,
frente a mí se detuvo y preguntó:

-¿Nos conocemos?-
Le vi sorprendido y le dije: -¿Perdón?-
mientras agudizaba mi atención,
ella repitió -¿Nos conocemos?-
Un poco dudoso respondí que no,
quizás de forma ingenua pero honesta;
ella insistió que sí, comprendí que a charlar estaba presta,
y traté de hacer memoria mientras junto a mí se sentó.

-“Te he visto un par de veces, creo”.-
Le comenté. Ella sonreía mucho
y como había tanto ruido, le dije:-”Casi no te escucho,
pero sí, tienes razón, no es la primera vez que te veo”-.

Le pregunté su nombre,
y una vez que lo supe le di el mío,
empezamos a conversar y el viaje que era aburrido y hastío,
resultó entretenido y ameno, quizás no les asombre.

Ella tenía una sonrisa cálida,
unos ojos brillantes y cierta sensualidad,
era toda ella atractiva y bella en verdad,
su tez era muy clara, más no pálida.

Sobre su cabeza traía unos lentes,
la blusa roja era sin mangas y de regular escote,
sobre su pecho un collar que combinaba con los pendientes,
y en su andar un contonear, tan imposible que no lo note.

Sus brazos largos y delgados
parecían por escultor italiano moldeados,
los muslos y piernas de similar aspecto
hacían que el diseño celestial de su cuerpo pareciera perfecto.

Su voz era algo así como esa canción
que escuchas por primera vez y te gusta, y te vuelve loco,
sentí, teniéndole tan cerca, que pronto estallaría mi corazón,
sin embargo los nervios que me perturbaban, se desvanecían poco a poco.



Su esencia flotaba a su alrededor
y quise suspirar tan profundo
hasta quedarme con todo su aroma, con todo su olor,
como se extasía en banquete de ricos el vagabundo.

Habían puesto los dioses en el rostro aquel
especial belleza, peculiar no sé qué,
sus habilidades de pintores plasmaron en su piel
una orgía de colores que hacían exquisito juego con sus ojos cafés.

Y aunque harto comprobado es que relativa
es la belleza, que lo que para unos mucho gusta
para otros, en cambio, de opuesta forma les disgusta,
no podía negar yo que en ella el alma de la beldad yacía viva.

Pasó que después de contemplarle
el implacable tiempo que no dejó de correr
estaba por acabarse, tuvo un fin que darle
a aquellos momentos que me permitieron conocer a esa mujer.

Finalmente el viaje acabó para ella primero,
se despidió reclinándose para asestarme un beso,
la vi marcharse sin saber si la vería a mi regreso,
o la semana próxima, o nunca, nada era certero.

Realmente me agradó, y no pasó
mucho tiempo sin que nos volviéramos a encontrar,
cuyas veces fue por casualidad, antojos del azar,
algo que nadie planeó.

Los desconocidos se volvieron conocidos,
y en cada fortuito encuentro se descubrían más datos,
cuando llegaban a verse el tiempo les era grato,
no se preocupaban por el más allá ni el olvido.

Resultaba un relación puntual,
imprevista, no cotidiana y sin rutinas,
nada se planeaba, a la vez pública y clandestina,
al principio no sabía si eso estaba bien o estaba mal.

Recuerdo que nunca le pedí número de teléfono alguno,
ni dirección, ni correo electrónico,
y al parecer a ella tampoco le parecía oportuno,
pese a que nos llevábamos muy bien, puede parecer irónico.

Me resultaba un poco extraño,
había una línea que no nos atrevíamos a cruzar,
yo conocía mis razones, ¿y las suyas? las quería averiguar,
pero a lo mejor de esa forma evitábamos el daño.



Comprendí que ella vivía otra época, otro tiempo,
y que quizás mi historia estaba encaminada por un sendero diferente,
en el que no existía más la misma apertura hacia la gente,
y que debíamos evitar el fluir de las palabras al arbitrio del viento.

Mi realidad no era su realidad,
yo no cambiaría la mía, ella no arriesgaría la suya,
yo me decía-“Espero que ella lo intuya”-
ella parecía no tener prisas en conocer toda mi verdad.

Y sucedió que quien nos unió,
de igual y misteriosa forma nos separó,
al cabo de días, los cuales se convirtieron en semanas,
éstas en meses y éstos en años, no volví a verla, no hubo más un mañana.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

UNA "LISTA NEGRA" DE LA HUMANIDAD

Qué tenían en común Mark Twain, Abraham Lincoln, Carl Marx, Engels, H.G.Wells y Miguel de Unamuno? 

Nada?

Y si a esa lista le agregamos a Bertrand Russell, Fiodor Dostoievski, Kant y Galileo. Tendrían algo en común?

Será que son personajes famosos de la historia, ya sea de la literatura, filosofía, ciencia, política y otros? Será eso lo único que tuvieron en común?

Sin duda, fueron grandes pensadores que contribuyeron mucho al progreso de la humanidad a través de sus excelentes trabajos. Y si a la lista le sumamos a Pierre Bayle, John Milton, Thomas Jefferson, Freud, Thomas Mann, Thomas Paine, D. Hume, Montaigne, M. Gorki, Edison, Chaplin, Balzac, Heine, Einstein y Laplace? 

Qué tendrían en común? A parte de lo ya sugerido. Qué te parece si le "agregamos más peso al costal" y le adicionamos a Darwin, Goethe, Maquiavelo, Joseph Conrad, Walt Whitman, Poe, Jung, Voltarie, M. Proust, Lord Byron, Jean Cocteau, Benjamin Flanklin, Francis Bacon, Spinoza, Schopenhauer, Aldous Huxley, Albert Camus, Nietzsche, Herber Spencer, Pablo Picasso, Diego Rivera, J.J. Rousseau, J. P. Sartre, Rabelais, Benito Juárez, José Martí, Bernard Shaw, Frank Kafka, Bakunin, Marie Curie, Ernest Hemingway, Richard Dawkins, Peter Atkins, Sam Harris, Piergiorgio Odifreddi, Fernando Savater, Bill Gates, José Saramago...

Le seguimos?

Seguramente ya habrás deducido que uno de los aspectos que tienen en común todos los mencionados es que fueron (o son, lo que aún viven) ATEOS. Y te dejo la siguiente pregunta que lanza al aire Rius en su Manual del Perfecto Ateo:

"Le dice a usted algo que lo mejorcito que ha dado la Humanidad no crea en Dios y denuncie a la Religión como una farsa explotadora del Hombre...?"


Yuri Gagarin, hablando desde la órbita terrestre, 1961.
"NO VEO A NINGÚN DIOS AQUÍ ARRIBA"


Quizás alguno de la "lista negra" sí fue creyente, y tocaría revisar la biografía de cada uno para confirmar el dato que expone Rius y otros. Lo que no cabe duda es el aporte que todos dieron desde sus respectivos campos.

El caso es que me llama la atención que aunque los creyentes digan que son mayoría (lo cual es cierto), los ateos contraatacan asegurando que son minoría pero que han hecho más por la humanidad. Tú qué piensas?Alguna vez te hiciste esa pregunta? Estás de acuerdo con eso?

Un dato interesante es que según la Demografía del Ateismo,  en términos mundiales, si existen ateos y agnósticos en todos los países del mundo, su número es más reducido en países pobres y menos desarrollados que en los países ricos e industrializados. Por ejemplo, los científicos de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos que se consideran ateos o agnósticos representan el 93 % (según la revista Nature, n.º 386, pág. 435-436).



Porcentaje de ateos y agnósticos en los diferentes países del mundo.
 
Mi punto no es atacar a las religiones ni defender al ateismo, solamente te comparto "otra cara de la moneda". Te dejo el siguiente video para conocer un poco más sobre el Ateismo. Está ilustrativo, pese a que adolece al final con los personajes actuales que menciona, los cuales no están a la altura de los ateos célebres que desfilan previamente.


LA ENCONTRÉ

Fui a lugares lejanos,
extraños, llenos de gente extraña,
con costumbres más extrañas todavía.

Había cosas hermosas,
algunas te las podría describir,
otras no.

Te confieso que nunca pensé
llegar allí,
el sitio donde te conocí.

No pensaba quedarme mucho tiempo,
no iba a hacerlo,
de hecho, quise irme antes.

Hice muchas cosas nuevas,
descubrí tantos mundos, invisibles hasta entonces
a la mirada de mi ignorancia.

Me dejé seducir por la novedad,
la emoción de la primera vez
de tantas cosas insospechadas.

Conocí gente con ideas nuevas,
distintas pero simpáticas,
el que yo fuera diferente no les importó.

Todo estaba un tanto bien
hasta el día que te conocí,
me parecía mentira estar frente a ti.

Como siempre, me puse nervioso,
tenía miedo de agotar mis palabras,
o peor aún, decir alguna tontería.

Sentí que me encontraba
por vez primera frente al mar,
era la misma sensación de admiración, seducción y temor.

Verte a la cara, tan cerca,
recorrer tu faz con la mirada
era como extasiarse con el horizonte.

Tu mirada fue firme y segura,
y a la vez encantadora,
tenías el rostro serio, pero le robé algunas sonrisas.


Ya hace tiempo llevaba contemplándote en silencio,
me conformaba con verte,
y endulzarme el día al hacerlo.

El tan solo verte
era motivo suficiente
para sentirme contento, alegrabas mi vida.

Tenía tan poco de ti,
prácticamente nada, y esa nada
en ese tiempo, era mi todo.

Confieso que jamás sentí
la fascinación de pretender conocer
a alguien como quería hacerlo contigo.

Admiré desde la vez primera tu belleza,
cual amante del arte se apasiona
por una pintura, una canción o una escultura.

Me entusiasmé tanto
como el sabio de ese cuento de Rubén
cuando vio una ninfa en aquel estanque.

Eras todo un universo por explorar,
un atractivo misterio qué descubrir,
un celestial tesoro por encontrar.

Vi en ti el fuego que deseaba robar
sin miedo a que algún dios
me fuera a castigar.

Vislumbré el frescor
de los labios húmedos
que me expresarían su amor.

Te creí princesa.
Te soñé mi reina,
y resultó que eras más.

Al conocerte tuve la dicha
de encontrarme con que la beldad
que lucías, abundaba también en tu alma.

Dijiste llamarte Alma,
también Patricia.
Y encontrarte soltera me trajo tanta calma.

Cuando finalmente cerca te tuve,
me sentí como niño en tienda de dulces,
quería conocer cada detalle tuyo y quedarme con todos.
Saber qué te gustaba, qué leías,
si bailabas, si música oías,
si ibas al cine o mejor, si a verme volverías.

Y resultó que sí congeniamos,
que te causaban gracia mis chistes
improvisados, que nos agradamos.

Pareció que mi conversación
no te aburría y que quizás
algo entre los dos nacía…

…Una amistad, un amor,
sólo el tiempo lo sabría,
más dejé en claro que ser tu amigo no pretendía.

Ser amigo nunca fue suficiente para mí,
había encontrado a la musa de mis sueños,
quizás la mujer de mi vida, ¡no! ¡no sería sólo tu amigo!

No iba a dejarte ir,
no iba a desperdiciar la oportunidad
que Dios me había dado de ser feliz.

El tiempo fue pasando,
y fui descubriendo que contigo
lo tenía todo, que falta no me hacía nada.

Sentí que podía respirar profundo y decir:
“la búsqueda ha terminado”,
el amor, el que siempre anhelé, ha llegado.

Y desde el día primero que te conocí,
todo tiempo posterior no fue más
que confirmación de mi sospecha.

Pues te amo con tal pasión,
respeto y admiración hasta la fecha,
que todavía me parece una divina alucinación.

Es por eso que hablo de ti con orgullo,
que me levanto y acuesto feliz al ir a la cama,
al saber que sos mía, al saber que soy tuyo,
al poder decir “La encontré, su nombre es Alma”.

NOSOTROS, LOS FALSOS CAIDOS

¡Dinos qué te hicimos!
por qué tanto odio
sobre nosotros, apenas te conocimos,
¿por qué crees merecer prematuro podio?

¿Por qué nos convidas de tus traumas?
malgastas tu tiempo sorbiendo el mal,
haciendo de tu andar un patético drama
en el que no puedes tratarnos por igual.

Disfrutas pisotearnos con cruel afán,
creyéndote superior por tu posición,
nuestra humillación es tu diario pan
y la burla tu típica intención.

Crees hacernos daño con la eterna saña,
sueñas con mirarnos temblar al verte,
 pero es inútil, solamente te engañas,
la adversidad sólo nos hace más fuertes.

Serás víctima de tu enojo,
olvidas que quien escupe al cielo
suele padecer la ley del ojo por ojo,
y tarde o temprano, desconsolado besarás el suelo.

La justicia divina muchas veces tarda,
pero no siempre espera a que mueras,
no cuesta nada llevar una vida noble y gallarda,
es de lo que te pierdes, ojalá lo supieras.

Antes de despedirme déjame decirte
que no te acomodes en tu falso trono,
porque tu maldad no hace más que herirte
y el dolor ajeno no devolverá tu aplomo.

Y aunque quizás tu fortuna haya crecido,
con todo el sudor exprimido en nosotros,
la paz que presumes jamás la has tenido,
tu conciencia cobrará el perjuicio nuestro y el de tantos otros.