jueves, 11 de noviembre de 2010

FORTUITO

Una mañana cualquiera,
tan común como este día
o el de mañana, o quizás el de ayer,
súbitamente abordó el metro
y caminó apresuradamente por el pasillo,
frente a mí se detuvo y preguntó:

-¿Nos conocemos?-
Le vi sorprendido y le dije: -¿Perdón?-
mientras agudizaba mi atención,
ella repitió -¿Nos conocemos?-
Un poco dudoso respondí que no,
quizás de forma ingenua pero honesta;
ella insistió que sí, comprendí que a charlar estaba presta,
y traté de hacer memoria mientras junto a mí se sentó.

-“Te he visto un par de veces, creo”.-
Le comenté. Ella sonreía mucho
y como había tanto ruido, le dije:-”Casi no te escucho,
pero sí, tienes razón, no es la primera vez que te veo”-.

Le pregunté su nombre,
y una vez que lo supe le di el mío,
empezamos a conversar y el viaje que era aburrido y hastío,
resultó entretenido y ameno, quizás no les asombre.

Ella tenía una sonrisa cálida,
unos ojos brillantes y cierta sensualidad,
era toda ella atractiva y bella en verdad,
su tez era muy clara, más no pálida.

Sobre su cabeza traía unos lentes,
la blusa roja era sin mangas y de regular escote,
sobre su pecho un collar que combinaba con los pendientes,
y en su andar un contonear, tan imposible que no lo note.

Sus brazos largos y delgados
parecían por escultor italiano moldeados,
los muslos y piernas de similar aspecto
hacían que el diseño celestial de su cuerpo pareciera perfecto.

Su voz era algo así como esa canción
que escuchas por primera vez y te gusta, y te vuelve loco,
sentí, teniéndole tan cerca, que pronto estallaría mi corazón,
sin embargo los nervios que me perturbaban, se desvanecían poco a poco.



Su esencia flotaba a su alrededor
y quise suspirar tan profundo
hasta quedarme con todo su aroma, con todo su olor,
como se extasía en banquete de ricos el vagabundo.

Habían puesto los dioses en el rostro aquel
especial belleza, peculiar no sé qué,
sus habilidades de pintores plasmaron en su piel
una orgía de colores que hacían exquisito juego con sus ojos cafés.

Y aunque harto comprobado es que relativa
es la belleza, que lo que para unos mucho gusta
para otros, en cambio, de opuesta forma les disgusta,
no podía negar yo que en ella el alma de la beldad yacía viva.

Pasó que después de contemplarle
el implacable tiempo que no dejó de correr
estaba por acabarse, tuvo un fin que darle
a aquellos momentos que me permitieron conocer a esa mujer.

Finalmente el viaje acabó para ella primero,
se despidió reclinándose para asestarme un beso,
la vi marcharse sin saber si la vería a mi regreso,
o la semana próxima, o nunca, nada era certero.

Realmente me agradó, y no pasó
mucho tiempo sin que nos volviéramos a encontrar,
cuyas veces fue por casualidad, antojos del azar,
algo que nadie planeó.

Los desconocidos se volvieron conocidos,
y en cada fortuito encuentro se descubrían más datos,
cuando llegaban a verse el tiempo les era grato,
no se preocupaban por el más allá ni el olvido.

Resultaba un relación puntual,
imprevista, no cotidiana y sin rutinas,
nada se planeaba, a la vez pública y clandestina,
al principio no sabía si eso estaba bien o estaba mal.

Recuerdo que nunca le pedí número de teléfono alguno,
ni dirección, ni correo electrónico,
y al parecer a ella tampoco le parecía oportuno,
pese a que nos llevábamos muy bien, puede parecer irónico.

Me resultaba un poco extraño,
había una línea que no nos atrevíamos a cruzar,
yo conocía mis razones, ¿y las suyas? las quería averiguar,
pero a lo mejor de esa forma evitábamos el daño.



Comprendí que ella vivía otra época, otro tiempo,
y que quizás mi historia estaba encaminada por un sendero diferente,
en el que no existía más la misma apertura hacia la gente,
y que debíamos evitar el fluir de las palabras al arbitrio del viento.

Mi realidad no era su realidad,
yo no cambiaría la mía, ella no arriesgaría la suya,
yo me decía-“Espero que ella lo intuya”-
ella parecía no tener prisas en conocer toda mi verdad.

Y sucedió que quien nos unió,
de igual y misteriosa forma nos separó,
al cabo de días, los cuales se convirtieron en semanas,
éstas en meses y éstos en años, no volví a verla, no hubo más un mañana.


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