domingo, 5 de febrero de 2012

LA ANGUSTIA DE LA IGNORANCIA

I


Cuando era un niño no solía soñar muy a menudo. Sin embargo, cuando sí lo hacía, había dos sueños en particular que eran recurrentes. Lamentablemente ninguno de los dos era muy alentador. El primero de ellos era el siguiente: 


Estaba yo en el interior de un espacio cuyo fondo a mi alrededor era totalmente blanco. Al voltear la mirada hacia abajo, veía un piso cuya cuadrícula estaba formada por líneas ortogonales negras. Por alguna razón pensaba que debía caminar hacia adelante y no sé por qué no debía pisar ninguna de las líneas del piso, en cambio, tenía que dar un único paso dentro de cada cuadrado del piso. No sé por qué tenía que ser así. No había nadie que me lo dijera, ningún cartel que me lo advirtiera. ¿Era instintivo? No. No tendría sentido que corriera peligro si no cumplía con esa especie de regla, ¿o sí? Creo que más bien era una especie de juego y que yo me había creado, inconscientemente, dicha norma. En fin, no veía complejidad alguna en el asunto, y me disponía a avanzar sobre la cuadrícula. Por cada paso, un solo cuadrado. Por cada cuadrado, un solo paso. ¡Sin tocar ninguna línea!. ¡Era fácil! Pero mi deleite no duró mucho. Conforme iba avanzando los cuadrados del piso se hacían, poco a poco, más grandes. En la medida en que caminaba tenía que dar pasos más largos cada vez, y el tamaño de esos cuadrados no dejaba de aumentar. Entonces, empezaba a estirar muchísimo mis piernas para poder dar una sola pisada sobre cada cuadrado sin tocar las delgadas rayas negras. La tarea -o juego- se hacía cada vez más complicado y me iba angustiando gradualmente conforme necesitaba mayor esfuerzo en conseguir dar cada paso sin violar las reglas. Con el tiempo, ya no podía hacerlo caminando, tenía que saltar y estirar al máximo las piernas, y cada vez mis pisadas quedaban más cerca de las "peligrosas" rayas negras. ¡Ansiedad! ¡Angustia! ¡Zozobra! ¡Ya no podía más! ¡En cualquier momento pisaría alguna de esas rayas malditas! Y de repente,... ¡He despertado! No supe qué consecuencias catastróficas me traería el haber pisado siquiera una sola de esas rayas, de haber violado las reglas una sola vez. De hecho nunca lo supe. Sin embargo, cada vez que se repetía el sueño, y tenía consciencia de que estaba en el umbral del mismo y de lo que debía hacer (repetir la misma rutina), era aún más agobiante que la vez anterior, puesto que ya sabía de antemano que el reto se pondría extremadamente difícil conforme avanzaba en mi marcha hacia...hacia qué? ¿Hacia la nada? Nunca vi más allá de mis narices. Llevaba la vista hacia abajo, centrada en captar la dimensión de cada próximo cuadrado. Angustiado en saber si pisaría o no la siguiente raya. Pero, ¿por qué tanto temor? ¿De dónde el miedo? ¿Sería por la incertidumbre de no saber? ¿La angustia de la ignorancia? ¿De lo desconocido? ¿Sería por la mentalidad infantil de que si haces algo "malo" o faltas a alguna regla explícita, sobrevendría el hipotético pero muy probable castigo? No lo sé.





Lo que sí sé es que podría darle la interpretación que yo quisiera a ese sueño reincidente. Con el paso del tiempo  pensé que ese espacio en blanco podría ser mi vida. Blanca, como una hoja de papel esperando ser escrita, con la tinta de mi voluntad. La cuadrícula del piso representaría las normas y restricciones que la sociedad o uno mismo, se impone. No debía pisar ninguna raya de esa cuadrícula y a cada paso mi pie debía caber en un solo cuadrado. Aunque nunca supe qué consecuencia me traería incumplir esto, ahora sí tengo consciencia de lo que podría sucederme si infrinjo algunas o muchas leyes de la sociedad, pero aún no estoy del todo seguro de las secuelas que me han traído las limitaciones que yo mismo me he provocado. No tengo idea de todo lo que me he perdido con el refreno de mis impulsos y deseos, aunque sí lo tengo de lo que he ganado, lógicamente. No doy importancia a los mundos paralelos y desprecio la inutilidad de meditar sobre el "hubiera".


Un día leí "Lo Fatal", de Rubén Darío, y pensé que sus versos describían tan bien lo que sentía en ese sueño, que tal parece que el gran poeta hubiese sido testigo de mi angustia infantil, cuando escribió:


"...y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
[...] y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos."