viernes, 25 de marzo de 2011

DE CHILES Y OTRAS TRAGEDIAS


Sin temor a equivocarme, considero que el comer es uno de los placeres más comunes que disfrutamos los seres humanos, y al decir común no pretendo restarle valor, solamente tipificarlo como algo en lo que -aunque parezca atrevido afirmar y a diferencia de la política, religión y la belleza- estamos de acuerdo la mayoría. Honestamente puedo aseverar que me gusta cocinar, pese a que no lo hago a diario, pero lamentablemente no dispongo de un amplio menú para ofrecer, y lo poco que hago -o intento- está lejos de lo que los críticos llaman comida gourmet.

Fuera del contexto biológico en el que la alimentación constituye una necesidad fisiológica básica para la homeostasis, la acción de comer va ligada, en no pocas ocasiones, a una serie de manifestaciones entre las que se encuentra el humor. La reacción más natural cuando se intenta cocinar algún alimento o platillo por primera vez, y el resultado es un total fracaso, más que de decepción -a mi punto de vista- es de resignación matizada con buen humor.

Recuerdo la primera vez que traté de cocinar arroz. Me quedó duro. No apto para los demás miembros de la familia. Pero no me desanimé, ya que el éxito en muy raras ocasiones se logra al primer intento. Sin embargo, no les compartiré mis vicisitudes como cocinero, para qué aburrirlos, fuera de eso, no soy masoquista, mejor les cuento algunas anécdotas que me ha tocado vivir respecto a la comida.

En cierta ocasión visité, durante mi hora de almuerzo, una pizzería ubicada frente a la rotonda de Bello Horizonte, en Managua. Mientras leía detenidamente el menú, topé con un término, culinariamente, desconocido para mí: calzone. En vista que ya desde ese entonces me consideraba una persona de mente abierta, creo que también podía extrapolar esa aptitud a la mesa, y convertirme en un comensal de “paladar abierto”. Sentí curiosidad de probar el platillo y decidí pedírselo a la mesera, pero el inconveniente era cómo pedirle el calzone a la joven, ya que al ignorar cómo se pronunciaba el término italiano, en definitiva descarté la posibilidad de llamarlo “calzón”. Me hubiese resultado bochornoso escuchándome decir: “Srita., me trae un calzón, por favor.” O peor aún: “Disculpe, Srita., qué es un calzón?” Creo que hubiese quedado muy en duda no sólo mi vida si no también mi identidad sexual.

CALZÓN O CALZONE?

La misma tarde que recién llegué a México por primera vez, dejé las maletas en el hotel y salí a buscar algo qué comer. Entré a un restaurante y cuando le pregunté a la mesera qué tipo de refrescos tenían -refiriéndome a los refrescos naturales de fruta-, ella empezó a mencionar las marcas de gaseosas o sodas. Primer jaque! Los refrescos en México son las gaseosas en Nicaragua. A los refrescos naturales los mexicanos les llaman “aguas naturales”. Recuerdan al Chavo del Ocho vendiendo “agua de jamaica, con sabor a limón pero que sabe a tamarindo?” Eso sí, algunas de las aguas que he probado están bastante diluidas (le hacen honor a su nombre), en cambio, los buenos refrescos nicas –porque también hay unos muy malos- están en un nivel intermedio entre agua natural y jugo. En fin, cuando capté la diferencia, opté por un “refresco” –una soda- pero en seguida vino el jaque mate, la mesera me preguntó: “Con popote o sin popote?” No hombre!!! Y eso qué es? –pensé- Dar la orden de lo que quería comer se “estaba complicando”, porque yo estaba lejos, aún muy lejos, de dominar el “español mexicano”. Por temor a lo que fuera un “popote”-y sus posibles consecuencias en mi organismo- me negué y mi coca se había librado del popote pero yo aún no de mi ignorancia. Me quedó la espinita clavada! Ese día más tarde, compré otra coca en un puesto ubicado en la acera. Me volvieron a consultar sobre si la quería con o sin popote. Dije nuevamente que no, pero resolví mi duda cuando observé que el cliente que estaba a mi lado pidió un refresco con popote, y resultó que era la coca con una pajilla!


CHAVO DEL 8 VENDIENDO AGUAS FRESCAS


Cierto día llevé a mi novia a comer comida cubana. Cuando el mesero se acercó a tomar la orden, le preguntamos qué platillos típicos  podía ofrecernos de ese país. Mientras el mozo nos extendía el menú para explicarnos, inició su breve monólogo diciendo: “Lengua en Salsa, Ropa Vieja, etc.,…” Cuando acabó la lista, no pude resistir mi curiosidad y le cuestioné con suma extrañeza: “ropa vieja?” Pensé en mis adentros que si quisiera pagar por comer “ropa vieja” no sería necesario salir de casa, allá tengo mucha y podría comérmela gratis! Cuánta ignorancia la mía!

"ROPA VIEJA", PLATILLO CUBANO.

En una de esas noches en que se me antojaron los tacos al pastor, llevé a mi novia a uno de los lugares más populares y famosos por el buen sabor de sus alimentos en el centro de la ciudad. Ya cómodamente sentados y en espera de lo que habíamos ordenado, repentinamente me empezaron a arder los ojos. Al principio la sensación era poca, pero con el pasar del tiempo, su intensidad aumentó rápidamente hasta que finalmente me hizo llorar, pero no solo a mí, sino también a mi pareja. Sospechamos que la salsa que estaban haciendo en la cocina era excesivamente picante, quizás alguno de sus ingredientes, qué se yo, los chiles o las cebollas. Luego giramos nuestra mirada a las mesas contiguas y los demás clientes del lugar hacían exactamente lo mismo que nosotros, lloraban casi inconteniblemente por la irritación que sentían en los ojos, y se veían los unos a los otros, exaltados por la terrible sensación y algunos sonriendo porque era increíble aquella atmósfera. Al parecer, todo el aire del lugar estaba impregnado del zumo fortísimo de las cebollas. Como estudiante universitario de Managua, y ex-participante de las marchas estudiantiles del 6 %, no estaría exagerando si les dijera que prácticamente nos “aventaron” una bomba lacrimógena al interior de la taquería!

MÁS VALE ESTAR PROTEGIDO!


Generalmente los días sábados acompaño a mi esposa a hacer la despensa de la semana. En una ocasión, mientras me atendía uno de los empleados del lugar, le pedí medio kilo de cortadillo de cerdo. El tipo se me quedó mirando, como en “stand bye”, y me preguntó: “de puerco?” Asentí con la cabeza por no burlarme explícitamente de él. Casi sentí que lo hizo solamente por fastidiar. Acaso no es prácticamente lo mismo? Sería comprensible su duda si le hubiese pedido “medio kilo de chancho”, ahí sí le doy la razón, porque creo que el término chancho no es muy conocido en México, como sí lo es en Nicaragua o en Las Islas Canarias.

QUE ALGUIEN ME ACLARE LA DIFERENCIA!!!


Finalmente, les aconsejo -por experiencia- que cuando acaben de pelar o cortar chiles (nicaragüenses, mexicanos, hindúes o de donde ustedes quieran) lávense muy bien las manos antes de ir al baño.

2 comentarios:

Perdido en el desierto dijo...

Bien, jejejeje

fíjate que a mi me ha pasado lo mismo, la gsastronomía en México es muy diferente en cada región y por ejemplo, en Monterrey me encanta comer asado de cerdo, que nada que ver con el significado de asado...

en Oaxaca, a la cecina se le llama tasajo...

igual, en el centro del país a las bebidas carbonatadas, se les llama refresco y en algunas regiones del norte del país se les llama sodas.

y con respecto a los nombres de los platillos, a todos nos ha pasado que no sabemos el significado del nombre, pero ahí lo más prudente es preguntar, para evitar malos entendidos!

Win dijo...

El detalle con México es que abarca una gran extensión de territorio,donde las diferencias son bastante tangibles, y la cocina no se queda al margen. Particularmente, creo que la parte centro y sur del país se asemeja más a mi tierra natal en cuanto a la alimentación.

Pero te doy toda la razón cuando dices: LO MÁS PRUDENTE ES PREGUNTAR.

Saludos amigo!