domingo, 2 de enero de 2011

LEÓN, MI TIERRA NATAL

(Segunda parte)


UN PUEBLO CREYENTE

Desde las oquedades confinadas por los cuatro poderosos atlantes que sostienen parte de la estructura de la imponente Catedral de León, se llena de luz cada amanecer la presencia de ese testigo pétreo y emblema de la fe de un pueblo que despierta, anda, trabaja, sueña, lucha, sufre, agoniza, renace y descansa bajo la mirada omnipresente de su Dios.

Uno de los atlantes de la Catedral


Iglesias, parroquias, capillas, ermitas, templos, una hermosa catedral y otros lugares de culto pululan en la tierra que me vio nacer. En León existen muchas iglesias católicas. Al menos unas dieciséis. También hay templos protestantes, los cuales han proliferado en los últimos años. Los antiguos teatros de cine, hoy son parte del patrimonio de las iglesias evangélicas, en especial de la denominación “Pare de sufrir”.

Respecto a la casa de Dios de los católicos, en general respeta una costumbre milenaria, que data del siglo IV según algunos historiadores, como lo es construirla de espaldas al oriente, por lo cual cada mañana la luz parece emerger de sus contornos y cavidades arquitectónicas. Muy probablemente, ésta sea una herencia de las tradiciones paganas, cuyos santuarios estaban orientados en función del punto del horizonte donde se asomaba el sol el día de la fiesta del dios al que estaba dedicado el templo. Y no se olvide que en la mayoría de los pueblos paganos se veneraba al dios del sol, dios de la luz. Todas las parroquias cristianas se erigieron con su entrada principal de frente al ocaso. Esto es porque en el interior, sucede lo contrario, el devoto reza frente al altar mayor, ubicado en dirección oriente, donde sale el sol. Se ora hacia el oriente, donde, geográficamente se encuentra Jerusalén, la Tierra Santa. Por tanto, las plegarias irían simbólicamente hacia allá. Curiosamente, la Meca, la más importante de todas las ciudades santas del Islam, también se ubica hacia oriente, y es hacia allá donde los musulmanes se inclinan al rezar.

Iglesia Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza

 La religión que predomina es la católica. Podías confirmarlo en las madrugadas de los viernes, previo a Semana Santa, en las que era una tradición muy arraigada la asistencia, parcial o total, al vía crucis organizado en varias parroquias de la diócesis. En esas manifestaciones religiosas se ve feligreses de todas las edades, sin distingo de sexo, edad, estatus social ni escolaridad, compartiendo una misma fe en el crucificado de hace poco más de dos mil años. Durante la Semana Mayor, como los católicos apostólicos y romanos la llaman, se observan ríos de gente circulando en medio y detrás de las imágenes religiosas, construidas generalmente de yeso y madera, y retocadas para que se vean mejor, ocultando así los estragos que el tiempo hace en ellas. Los creyentes se preocupan mucho de los atavíos de tales imágenes, llamadas ídolos por los protestantes. Cuidan muchísimo los mantos y vestidos que las cubren. Las flores y rosas, palmas y otras plantas ornamentales no pueden faltar. Tampoco el incienso, en las más solemnes. El pueblo es especialmente devoto de las vírgenes, sobre todo de la “Patrona de la ciudad”, la Virgen de Mercedes, cuya celebración se realiza en el mes de septiembre. En tal mes, se reza un novenario en dicha parroquia, siendo el más popular aquel que es llevado a cabo en la madrugada, al que asisten los más fervientes admiradores de esa virgen. El día de la procesión, el 24 de septiembre de cada año, la imagen venerada recorre las principales calles de la ciudad. La precede un desfile de los bomberos municipales, congregaciones religiosas y algunos estudiantes que marchan en representación de los colegios católicos. A lo largo del recorrido de la procesión abundan los vendedores ofreciendo refrescos, agua, chucherías, veladoras, crucifijos, estampas de la virgen, etc. Toda la exposición mercantilista alcanza su máxima expresión en el atrio y parque de la Iglesia La Merced, lugar de residencia de la imagen. Esto es similar en las procesiones de Semana Santa. La otra gran celebración que tiene lugar en León es la de “La Gritería”, cada 14 de agosto, cariñosamente denominada “Gritería Chiquita”, y una de mayores dimensiones pero de igual fervor, el día 7 de diciembre, a nivel nacional. La primera se conmemora a nivel local, debido a la supuesta intercesión divina por parte de la Inmaculada Concepción de María para que cesara una de las mayores erupciones del volcán conocido como “Cerro Negro” en 1947.

Volcán "Cerro Negro"

Sumado a las festividades católicas, también se ve predicando en las calles a testigos de Jehová, evangélicos y mormones. De estos últimos, lo que admiro es que pese a las altas temperaturas que imperan durante el día, la mayor parte del año, ellos siempre visten de corbata, lógicamente abotonados hasta el cuello.

Relativo a credos alternos, sé que existía al menos una logia masónica (se cuenta que Rubén Darío era masón), un grupo agnóstico y algún otro metafísico. La religiosidad flota en el aire, si no de un credo, sí de otro. Creo, sin temor a equivocarme, que en León todos creían en algo. Era una sociedad creyente, y es muy probable que aún lo sea. Durante mi estancia, nunca tuve el gusto de conocer a ningún agnóstico. Ni mucho menos a un ateo.

Respecto a los centros de enseñanza, en medio de una sociedad típicamente católica, es de esperarse que sobresalgan aquellos de la misma índole, como los colegios: Tridentino San Ramón, La Asunción, La Salle y Pureza de María, entre otros. Fundado el primero en 1622 por un fraile español benedictino, el segundo en 1892 por las madres francesas de la Asunción, el tercero en 1903 por los Hermanos de las Escuelas Cristianas (españoles y franceses) y el cuarto en 1951 por un grupo de monjas españolas,  constituyen el pilar de la educación religiosa católica en la ciudad universitaria, y a su vez el abono catalizador para el semillero de los profesionales que han contribuido al desarrollo intelectual, científico, artístico y cultural no sólo de la ciudad, si no del resto del país. En estos antiguos colegios, la experiencia religiosa está viva en el día a día, la religión forma parte medular de la educación que se imparte a los estudiantes. Recuerdo que a la llegada de cada profesor, a la voz de “¡Viva Jesús en Nuestros Corazones!” solíamos responder “¡Por Siempre!”. Tanto así era la influencia y penetración de la fe en la niñez y juventud leonesa, que no pocos optaban por la vida religiosa, ya sea desde el sacerdocio, la congregación lasallista o la orden religiosa para las mujeres. He de confesar que yo mismo, en alguna ocasión, consideré la posibilidad de unirme a una de dichas congregaciones. Durante ese tiempo, que se prolongó a semanas, no fue fácil tomar la decisión de llevar una vida religiosa o laica. Finalmente predominó mi deseo perenne de tener descendencia, de lo cual no me arrepiento en lo absoluto.

Respecto a otras “creencias”, que aún se transmiten de boca en boca, como lo hacían los antiguos druidas en la Edad de Hierro con los relatos fantásticos sobre los dioses y héroes guerreros a su pueblo celta, las constituyen los mitos y leyendas, entre los que se enlistan: “El Padre Sin Cabeza”, “La Llorona”, “La Mocuana”, “La Cegua”, “La Carretanagua”, “El Punche de Oro”, “ El Cadejo” y muchos otros que en este momento no recuerdo. Algunos relatos servían para entretener a los niños con dichas historias. Otras veces su utilidad consistía en infringir temor y evitar alguna mala acción, cuyos consejos-advertencias se concretaban en frases como: “Si vagas a altas horas de la noche, o en la madrugada, se te va a aparecer la Cegua”. O qué leonés no recuerda aquella de que “Si te portas mal, te va a llevar el mono!”. 

El Padre Sin Cabeza

Es muy probable que hoy en día ya hayan quedado en desuso, no lo sé con exactitud. En cierto barrio indígena, todavía me tocó escuchar a gente adulta, asegurar de la ocurrencia de apariciones de fantasmas, parientes muertos o alguna mona que asusta a los transeúntes nocturnos. Fueron parte del folklore popular. Creo que hoy apenas se conservan dichas historias en los museos y en la pluma de los historiadores, no sólo de León, sino del resto de mi entrañable Nicaragua. Dudo que actualmente se trate de asustar a un niño advirtiéndole que si no obedece a sus padres se le va a aparecer el Padre Sin Cabeza.