miércoles, 3 de junio de 2015

SATANIZACIÓN DE ÚTILES ESCOLARES...PATÉTICO!

Charlie-Charlie es solamente un juego de niños? 

Qué es lo que ven o escuchan esos neo-inquisidores del siglo XXI que lo están prohibiendo en las escuelas y colegios religiosos?


Entiendo que las piadosas monjitas, sacerdotes católicos o cualquier otro servidor religioso les adviertan a los feligreses sobre los “peligros” de los juegos “demoníacos”, como ellos han catalogado a esa tontería llamada Charlie-Charlie. Lo comprendo porque ellos creen que la realidad se compone de dos mundos o dimensiones: una natural y una sobrenatural. Para los que creen en seres sobrenaturales (dioses, vírgenes, espíritus, ángeles, demonios, duendes, etc.), las manifestaciones de dichos seres no solamente son posibles, sino que son reales y frecuentes. Desgraciadamente la literatura, pero sobre todo el cine (en el género de terror) se ha encargado de difundir dichas historias, muchas veces etiquetadas como “basadas en un hecho real”.

Todos son libres de creer lo que quieran, pero toma en cuenta que uno de los efectos evidentes de creer en seres espirituales bondadosos que se preocupan por la felicidad del ser humano, es que sus representantes terrenales (sacerdotes, pastores, brujos, gurús, chamanes, etc.), se ven obligados a afirmar –y divulgar– que también existen seres incorpóreos malévolos (tal vez menos poderosos, pero eso sí, muy traviesos), los cuales están dispuestos y ansiosos por hacerle daño a la humanidad. De lo contrario, cómo podrían explicar –y justificar– la existencia del mal en sus múltiples formas. Se proclama la existencia y acción de Satán, sus demonios y cualquier otra forma maligna para que asuman la causa y responsabilidad –compartida con el hombre “pecador” – de las desgracias y sufrimientos del mundo; de lo contrario, la lógica los haría concluir que dios no es un ser tan bueno como se lo imaginan. En pocas palabras, el Bien necesita del Mal para que este “valle de lágrimas” tenga sentido.

Por todo lo anterior, los niños y adolescentes a los que se les educa inculcándoles la creencia de que existen seres sobrenaturales (buenos y malos), son presa fácil de la sugestión paranoica ante cualquier manifestación “rara” del mundo natural en el que vivimos. Es parte del precio que se debe pagar por tener fe. Ni modo.


A mi parecer, las consecuencias de que los niños pierdan el tiempo jugando Charlie-Charlie son tan evidentes y comprobables como si pasaran por debajo de una escalera, abrieran un paraguas dentro de la casa, se toparan con un gato negro o quebraran un espejo. Es decir, clara y llanamente, una superstición más.

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