Charlie-Charlie es solamente un juego de niños?
Qué es lo que ven o escuchan esos neo-inquisidores del siglo XXI que lo están prohibiendo en las escuelas y colegios religiosos?
Entiendo que las piadosas monjitas,
sacerdotes católicos o cualquier otro servidor religioso les adviertan a los
feligreses sobre los “peligros” de los juegos “demoníacos”, como ellos han
catalogado a esa tontería llamada Charlie-Charlie. Lo comprendo porque ellos
creen que la realidad se compone de dos mundos o dimensiones: una natural y una
sobrenatural. Para los que creen en seres sobrenaturales (dioses, vírgenes,
espíritus, ángeles, demonios, duendes, etc.), las manifestaciones de dichos
seres no solamente son posibles, sino que son reales y frecuentes. Desgraciadamente
la literatura, pero sobre todo el cine (en el género de terror) se ha encargado
de difundir dichas historias, muchas veces etiquetadas como “basadas en un
hecho real”.
Todos son libres de creer lo que
quieran, pero toma en cuenta que uno de los efectos evidentes de creer en seres
espirituales bondadosos que se preocupan por la felicidad del ser humano, es
que sus representantes terrenales (sacerdotes, pastores, brujos, gurús,
chamanes, etc.), se ven obligados a afirmar –y divulgar– que también existen
seres incorpóreos malévolos (tal vez menos poderosos, pero eso sí, muy
traviesos), los cuales están dispuestos y ansiosos por hacerle daño a la
humanidad. De lo contrario, cómo podrían explicar –y justificar– la existencia
del mal en sus múltiples formas. Se proclama la existencia y acción de Satán,
sus demonios y cualquier otra forma maligna para que asuman la causa y
responsabilidad –compartida con el hombre “pecador” – de las desgracias y
sufrimientos del mundo; de lo contrario, la lógica los haría concluir que dios
no es un ser tan bueno como se lo imaginan. En pocas palabras, el Bien necesita
del Mal para que este “valle de lágrimas” tenga sentido.
Por todo lo anterior, los niños y
adolescentes a los que se les educa inculcándoles la creencia de que existen
seres sobrenaturales (buenos y malos), son presa fácil de la sugestión
paranoica ante cualquier manifestación “rara” del mundo natural en el que
vivimos. Es parte del precio que se debe pagar por tener fe. Ni modo.
A mi parecer, las consecuencias
de que los niños pierdan el tiempo jugando Charlie-Charlie son tan evidentes y
comprobables como si pasaran por debajo de una escalera, abrieran un paraguas
dentro de la casa, se toparan con un gato negro o quebraran un espejo. Es
decir, clara y llanamente, una superstición más.